Esther Tusquets

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Revista Ñ, diario Clarín, Buenos Aires
3 de octubre de 2009

"Por publicar, los autores son salvajes"
Verdadero mito del mundo editorial, la española Esther Tusquets acaba de publicar un libro de memorias donde recuerda su infancia. Además, piensa que las mujeres deberían darle menos importancia al amor.
Por: Marina Mariasch

"NO ESCRIBO CON LA INTENCION DE GUSTAR." Tusquets asegura que no piensa en el lector a la hora de escribir sus libros.

Esther Tusquets nació con la Guerra Civil Española en Barcelona, ciudad que conoce tan bien como a su propia casa. Su carrera como escritora, aunque tardía (comenzó a publicar en 1978) es casi tan prolífica como su tarea editorial. Con más de una docena de libros publicados, entre los que se cuentan novelas, cuentos, ensayos y textos para niños, Tusquets es una de las personas más ricas en saberes ligados a la edición y, por supuesto, la literatura y acaba de publicar un libro de memorias titulado Habíamos ganado la guerra (Bruguera).

La primera pregunta la hizo ella. En realidad fueron dos: Si llovía y a cuántas cuadras se encontraba la calle Lavalle. Su principal interés era terminar con la entrevista para llegar al Bingo. Esther Tusquets, verdadero mito del mundo editorial, es afecta al juego. Ha contado varias veces la preocupación de algunos de sus familiares al descubrirla entrando a un casino, y el universo ludópata –al que aparentemente le place verse asociada– se ve retratado en su novela ¡Bingo! Además, traslada su afán por el juego a todo terreno, en este caso al de la conversación.

Tusquets estuvo a cargo de Lumen durante casi toda su vida, una editorial que su padre adquirió en 1960 y que en sus manos se convirtió en uno de los sellos con más prestigio en la escena iberoamericana. Gracias a la publicación de las tiras de Mafalda y de El nombre de la rosa, que vendieron millones, pudo darse el lujo de editar lo que se le dio la gana.

-¿Qué es lo más interesante de ser editora?

-Descubrir a un autor. A algunos creí haber descubierto y luego no han triunfado. Y a algunos he descubierto, como a Gustavo Martín Garzo y a Javier Pastor. Y a otros, sigo creyendo que son muy buenos autores que aún están sin descubrir. Bueno, Garzo, que es un gran amigo y un gran escritor, ha publicado ya varios libros. Y apuesto sin reservas por Javier Pastor, que es más difícil de leer, pero muy interesante.

-¿Siempre supo que le dedicaría tantos años a la vida editorial?

-Bueno, cuando empezamos creíamos que Lumen duraría dos o tres años, porque hacíamos los libros que nos gustaban, o sea que eran libros que parecían invendibles y era cierto: realmente no se vendía ni uno. Pero tuvimos suerte y lanzamos Mafalda, de Quino y se vendieron cientos de miles de ejemplares. Y luego vino El nombre de la rosa, de Umberto Eco, por quien pocos apostaban, que ha vendido como un millón de ejemplares. La editorial sigue funcionando muy bien, y como funciona muy bien pues ahí está.

-¿Alguna vez rechazó un original que luego vio publicado en otra editorial con mucho éxito?

-Sí, y no me ha pasado nada. Si un libro me parece malo, me sigue pareciendo malo más allá del éxito que tenga. Las cenizas de Angela, por ejemplo, es un libro que ha pasado por Lumen y ni a Antonio Vilanova ni a mí nos gustó. También dejamos pasar La nada cotidiana, de Zoe Valdés. Pudimos equivocarnos, tal vez era bueno, pero a mí no me lo parecía. En todos los años como editora he editado muy pocos libros por compromiso –te diría que unos cinco o seis, dentro de un catálogo bastante amplio. Lo más difícil, claro, es decir que no. ¡Y no te digo a un amigo! Además, los autores en su deseo de publicar son salvajes. Y muy sensibles. He llegado a tener problemas con amistades.

-Algunos libros de su catálogo han sufrido la censura, ¿ha decidido alguna vez dejar de publicar un libro por razones ideológicas?

-He editado a Céline sin dudarlo. Y he editado a Leni Riefenstahl, la amiga de Hitler, una de las mujeres más geniales que ha habido. Si la hubieran absuelto... Nos hemos quedado sin todo lo que ella hubiera podido hacer, que era mucho.

-Hace poco leí que los hombres no compran libros escritos por mujeres. ¿A qué cree que se debe ese prejuicio?

-Bueno, uno escribe sobre lo que conoce, y durante muchos años la mujer estuvo limitada a lo doméstico, aunque ahora ya no se puede decir eso. Esa era una de las cosas que ponía Virginia Woolf, que las experiencias femeninas estaban muy limitadas, entonces los temas les eran muy limitados, y por lo tanto no podíamos escribir La guerra y la paz. Pero es que no hay ninguna necesidad de escribir La guerra y la paz. Lo que pesa es la calidad de la escritura. El tema no es lo esencial. Tu puedes escribir una obra genial hablando de cualquier cosa.

-En su último libro, debido al enclaustramiento al que obligaba la guerra, hay una perspectiva doméstica.

-Mi último libro habla de lo que he vivido. Son cosas que le pasaban a todo el mundo. Mis libros interesan porque la gente se reconoce en ellos. Las casas eran organismos donde circulaba mucha gente todo el tiempo. Ahora ya no, uno tiene una asistenta y listo.

-¿Esa es una de las grandes lecciones de tantos años al mando de una editorial: lo que gusta es aquello con lo que el lector se puede identificar?

-Yo escribo de la única manera que sé escribir, y si gusta, gusta y si no gusta, no gusta. No escribo con la intención de gustar. No podría ser de otro modo. Nunca he pensado en escribir un libro para que guste. No pienso en el lector cuando escribo. Me ha escrito mucha gente diciéndome que eso que cuento es exactamente lo que ellos han vivido. Y mi hermano me ha escrito diciendo "Veo que ha tenido mucho éxito tu libro, me alegro mucho, pero nunca me imaginé que las historias de tía Sarita y tío Víctor pudieran interesar a nadie". Tiene razón, yo tampoco lo creí.

-Y al momento de editar, ¿cuánto pesaba en la elección el mercado, el lector y el criterio?

-Siempre edité lo que me gustaba. Pensaba que lo que me gustaba a mí debía gustarle a los demás. Y en mi criterio para seleccionar libros siempre preferí un libro que sólo lo pueda haber escrito su autor, aunque sea más imperfecto, que un libro que está muy cuidado y muy bien, pero que sea a la manera de los que se reciben de a montones: intercambiables.

-¿En qué momento de su infancia se da cuenta de que ese mundo de la alta burguesía barcelonesa era privilegio de unos pocos y qué efectos tiene esa noción sobre usted y sobre su escritura?

-Nunca me he sentido culpable. Pero siempre, desde muy pequeña, supe que había algo raro en todo eso. Siempre sentí que el mundo funcionaba de una manera extraña. Y ya de mayor, claro, reflexionas sobre eso. Nunca me pareció claro, por ejemplo, el sentido de la propiedad. Cuando tenía 4 años recuerdo pensar por qué yo tenía cosas y otros no las tenían, no había razón, no había motivos. A mi alrededor se decían cosas muy fuertes, como que el frío de los pobres era otro frío, o que la muerte de un hijo no les era igual. Los pobres tejían, y tejían cosas horribles, que sólo podían llevar los pobres. Yo no entendía eso.

-O sea que en su historia hubo un giro hacia la izquierda, al revés del reciente movimiento de Europa hacia la derecha.

-En mi padre lo hubo y en mí se dio naturalmente. Mi padre se apuntó todo lo de los hijos. Y yo empecé a trabajar en la editorial con él, y luego él no siguió. Y Europa, bueno, si bien no es un momento brillante, si tuviera que apuntarme a algo me apuntaría a Europa, a España. A Barcelona.

-Habiendo sido tan crítica desde pequeña, ¿ese pensamiento la llevó a enfrentarse con su madre que apoyó con entusiasmo el franquismo?

-El problema con mi madre es que yo nunca me he sentido querida. No es que no me quisiera, es que yo no me he sentido querida. Así que la cuestión de que opinara políticamente diferente llegó más tarde y era secundaria. Sin embargo, pese a lo conflictivo de la relación, mi madre me enseñó todo lo que más me gusta, como el mar. En el mar no sientes la torpeza que sientes en tierra. Hace tres o cuatro años estuve a punto de ahogarme. Me desmayé dentro del agua, pero claro, me rescataron. Pensé que sería una forma fantástica de morir. Me gustaría morirme dentro del mar.

-¿Qué opina de los vaticinios que se hacen últimamente sobre la muerte del libro como soporte?

-Las nuevas tecnologías están muy bien, dan muchas ventajas, pero el libro tiene un diseño genial. Estoy a favor de lo nuevo, me parece muy bien, pero acá nadie se muere. Lo mismo con respecto a los textos fragmentarios que se están haciendo, aunque ahora que no edito ya no leo mucho ni estoy al tanto de la moda. El problema es que se publican demasiados libros. Y entonces, los libros tienen una vida muy corta.

-Vine en el subte viendo que la mayoría de los hombres leían el diario mientras que las mujeres llevaban un libro de ficción.

-Hace mucho tiempo que dicen eso, que las mujeres leen narrativa y los hombres leen la prensa o ensayos. Las consumidoras de novela son las mujeres. Hay muchos ámbitos de la cultura que se están llenando de mujeres. Supongo que se habrán dado cuenta de que es un campo poco rentable y nos lo han dejado a nosotras. Estamos ocupando mucho terreno. Eso no significa que estemos tomando el poder.

-¿Cree que las mujeres cuando llegan al poder se masculinizan y que esa transformación es condición necesaria?

-Mientras no lo teníamos no sabíamos qué pasaría con las mujeres en el poder y ahora se ve que muchas en el poder no actúan muy distinto a como actúan los hombres. El poder debe ser muy difícil. Debe ser muy difícil estar en el poder sin corromperse.

-Y en literatura, una mujer para colocarse en el canon universal, ¿también debe masculinizarse en su escritura?

-No creo. Creo que los hombres a la hora de elegir un libro no van a examinar el tema. Hombres y mujeres leemos a los que son buenos.

-Usted dijo que las mujeres tendríamos que dejar de tener en el centro de nuestros intereses al amor.

-Los hombres no dejan de lado a la profesión por el amor como nosotras. De repente pienso, ¿qué pasó aquel año que no edité nada? Ah, fue el año de Fulanito, que me pasé horas junto al teléfono esperando la llamada. Las mujeres deberíamos darle menos importancia al amor, no tenerlo en el centro de nuestra existencia. Para mí el amor tiene fecha de caducidad. Hay gente que sabe convertir el enamoramiento loco en una cosa positiva de confianza, de solidaridad, de cariño, que funciona para toda la vida. Yo no he sabido. Para mí el enamoramiento es una cosa que cuando se acaba se acaba y no deja nada que justifique el fastidio de estar viviendo en pareja.

-Después de tantos años de leer originales, ¿ahora qué lee?

-No leo mucho. He venido a Buenos Aires sin un solo libro. Estoy leyendo a Joseph Roth. Cuando descubro un autor, me gusta leerlo todo. En este momento estoy dedicada a la escritura de un libro que me han encargado que se llama Pequeños delitos abominables, que son cosas poco graves que te fastidian mucho. Por ejemplo, las mujeres guapas que dicen que no saben que lo son. La gente que se va de un espectáculo fabuloso sin aplaudir. Los padres que meten a sus niños a la fuerza en el mar, y entonces el niño odia el mar que es lo más maravilloso que hay... La gente que dice "A mí no me ha hecho nada malo", ¡y qué, si no te ha hecho nada malo, si es un cretino igual! Hay muchas cosas, ¡pero no sé cómo voy a hacer para llenar doscientas páginas!

-¿Y si tuviera que escribir el libro opuesto?

-El mar y los animales, por encima de todo. Vamos a dejar a las personas aparte porque son todo lo bueno, todo lo malo, lo que más te fastidia, lo que más te resuelve. Las personas son lo que más se ama y lo que más se odia. Me gusta leer, el teatro, la pintura, viajar, me gusta reírme, estar con gente que me hace reír. Pasar tiempo con mujeres. Hay pocos hombres a los que les guste de verdad estar con mujeres, no sólo en la cama, sino para conversar, para escucharlas. Y bueno, enamorarme es lo que me ha gustado más.

¿Es suficiente un libro para salvar el bache de la crisis?

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El libro de bolsillo y los autores «superventas»
afianzan a las editoriales en un año crítico
Si hay un buen libro no hay crisis

«El libro jamás es el gran beneficiado en periodos de bonanza, pero tampoco es el más damnificado en épocas de depresión», comenta Jaume Vallcorba. El editor de El Acantilado no lo duda: un buen libro, como un buen catálogo, es una firme garantía, un salvoconducto contra los malos augurios de las bolsas: «Los lectores son como los melómanos. El auténtico, el que ha leído debajo de las sábanas, con una linterna porque la madre le apagaba la luz, va a seguir comprando libros. No va a renunciar. Un catálogo es un espacio firme para el lector». Las oscilaciones del mercado, sujetos a los vaivenes económicos, afectarían más a las editoriales dependientes de un título con tirón, un «best seller» para lectores ocasionales.
«Mega best seller»
«Sí, claro, por supuesto que un gran lanzamiento puede ayudar a pasar una crisis, pero también puede matar a una editorial –explica Ricardo Cavallero, consejero delegado de Random House Mondadori–. Antes, para los sellos editoriales, un “best seller” suponía una venta de 100.000 o 200.000 ejemplares. Ahora se han impuesto los “mega best seller”, esos que venden un millón para arriba. Y eso obliga a las editoriales a mantener ese ritmo de ventas. Estos libros pueden salvar un año. Pero el éxito es efímero. Lo que te mantiene es el catálogo, y sobre todo, el catálogo de bolsillo».
En el primer trimestre de 2009 ha caído la facturación 2,6 puntos respecto al mismo periodo del año pasado. La paradoja es que se mantienen los lectores y los ejemplares. Lo que se ha producido es un fuerte incremento del libro de bolsillo. «Este mercado ha crecido en enero un 17 por ciento en relación con el mismo mes de 2008 –afirma Nuria Cabutí, directora de la colección de bolsillo de Random House Mondadori–. Los que más se han vendido han sido “El ocho”, “Gomorra” y “La catedral del mar”».
Auge del libro pequeño
El 42 por ciento de las ventas de bolsillo fueron de esta editorial. De hecho, de las ochocientas novedades que este sello saca al año, 280 son títulos de bolsillo.
Según Jesús Badenes, director general de la división de libros de la editorial Planeta, «la caída experimentada en la facturación en el libro en este trimestre, entre otras razones, tiene que ver con el avance del libro de bolsillo, que se situaría al final de este ejercicio entre el 13 y 15 por ciento».
Desde hace diez años, otra editorial, Anagrama, suele publicar 75 novedades en su principal colección y 35 en bolsillo. «No hemos tomado ninguna medida especial contra la crisis, porque no lo hemos considerado oportuno; eso sí, actuamos con la cautela necesaria», comenta con optimismo Jorge Herralde. Según el editor, «aritméticamente, hasta este momento, nuestra actividad editorial va por encima de 2008. Es cierto que también hemos tenido suerte con algunas publicaciones como son “Los girasoles ciegos” o “El lector”».
Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, confirma esta tendencia hacia las diferentes colecciones de bolsillo. «Se llega a una paradoja. El número de ejemplares vendidos no es mala, igual que en años anteriores, pero la facturación es menor. Esto se debe a que el libro de bolsillo es más barato. Sin embargo, el índice de lectura en este trimestre es igual al de 2008. Existe un afianzamiento, sólo que hay que vender tres volúmenes en bolsillo para alcanzar uno de rústica».
Hay futuro
Ricardo Cavallero confirma este avance: «Es el futuro. Está asentado en Gran Bretaña y EE UU, y en menor media en Francia. En España está incrementándose, pero todavía le queda un largo recorrido. En este trimestre es el segmento que más ha crecido».
Pero, ¿qué balance arrojan los datos para este periodo? El año pasado se salvó, aunque con dos puntos menos respecto a 2007. Se perdió cuota de crecimiento, pero no se saldó de manera negativa. Según Antonio María Ávila, los primeros meses de 2009 no han sido positivos. La exportación «ha decrecido» entre un 11 y un 12 por ciento. Después se ha remontado. Respecto al resto del mercado, «las ventas se han reducido un 15 por ciento respecto a este mismo mes en 2008. Febrero y marzo han sido mejores, pero no se han recuperado las pérdidas de las semanas anteriores». El número total de ejemplares editados en 2008 fue de 255,5 millones, un 12,6 por ciento más que en 2007, aunque la tirada media por título se vio reducida a 2.960. «Ahora llegan las ferias. Sant Jordi y luego las de Valencia, Valladolid, Sevilla y Madrid. Y todavía no han llegado los grandes lanzamientos editoriales que caracterizaron el curso pasado con Ken Follett o Stieg Larsson», apunta Ávila.
Aumento sosegado
«Este año habrá un mayor dar-winismo en los libros, pues los ejemplares que más venden aumentarán en número y los que menos se demandan acabarán cayendo», pronosticaba Carlos Revés, director editorial de Planeta. Jorge Herralde señala, respecto al impacto de la crisis: «Incluso puedo decir que estamos viviendo un aumento sosegado del negocio». Desde la editorial 451, Borja Segovia comenta las precauciones que han tomado para evitar sustos: «Vamos a reducir la tirada de ejemplares en un 20 por ciento. Sacaremos 4.000 ejemplares por título». Después apunta: «El libro es un producto refugio. Es un tipo de ocio que resulta mucho más barato que ir al cine o a un restaurante y además dura más. Por este motivo hay que confiar en él». Un aspecto que respalda Ricardo Cavallero: «No es que se lea más, es que hay menos distracciones. La lectura requiere esfuerzo físico y tiempo libre. Pero es verdad que no existe una diversión más barata que una lectura si se coteja el precio con las horas. No hay nada comparable. No es que con la crisis se lea más, es que la gente regresa a lo normal, volvemos a ser más auténticos».
Los puntos débiles del sector del libro es la distribución, factor recalcado por Ricardo Cavallero, y las librerías, sensibles a las fluctuaciones de las ventas. Jesús Badenes recordó que en España hay 8.000 librerías, 4.000 especializadas, y son las que pueden sufrir más esta crisis. «El ICO debería avalar deudas de las librerías, como está haciendo con otras pequeñas empresas. En EE UU ante la pregunta de “¿quién decide si un libro se vende?” tienen muy claro que es el librero, porque es el que decide qué libro quiere vender. De hecho, en España, ahora, son más selectivos. Piden menos libros a las editoriales, pero la petición es más constante. Su estrangulamiento financiero es negativo para todo el sector».
Antonio María Ávila explica que los ingresos de las librerías provienen, en su mayoría, de los libros de texto. Según el INE, han sufrido un descenso del 6,1 por ciento respecto al año anterior. «El 48 por ciento de los beneficios de las librerías proceden de estas ventas. El problema es que si se impone la política de gratuidad de los libros de texto en las comunidades, estos puntos cerrarían y eso afectaría a las editoriales pequeñas, que dependen de las librerías de fondo y no de las grandes superficies».
Estudiantes sin librerías
Michéle Chevallier, directora de Cegal, insiste en el daño que están haciendo las subvenciones directas a los centros escolares, ya que impiden el contacto directo de los estudiantes con los puntos de venta. «El número de librerías en Castilla-La Mancha se está reduciendo de manera drástica por su política educativa». Chevallier recalca que no quieren el respaldo del Estado para apoyar a las librerías. «Queremos un trato justo y una competencia leal». Luego remarca: «Nos vemos desprotegidos ante la venta directa de las editoriales, su distribución en supermercados o los concursos para bibliotecas (no pueden competir con las ofertas de los mayoristas)».
¿Y qué depara el futuro?, Según Jesús Badenes, «la crisis servirá para contener las novedades. Será una nueva manera de enfocar los problemas en torno al libro, ya que éste no va a escapar de un nuevo modelo de consumo cultural». Para Ricardo Cavallero, «el mejor descubrimiento desde la invención de la imprenta es el libro electrónico. Ya se han dado los primeros pasos en Estados Unidos y Gran Bretaña. En España tardará en llegar más tiempo. Ya estamos hablando todos los editores para dibujar el modelo. Hay que cambiar».

Autores que despiertan a un muerto
Recién llegado de la Feria del Libro de Londres, Jesús Badenes, director general de la División Editorial de Librerías del Grupo Planeta, cree que el sector en España está en sintonía con el europeo y que el descenso, leve, pero descenso del 2,6 por cierto de facturación de este primer trimestre con respecto al de 2008 reside en tres factores: no han existido lanzamientos multimillonarios, los «superbest sellers» como los de Harry Potter o los firmados por Ken Follett, de ahí que en la feria londinense se haya celebrado la publicación de «El símbolo perdido», de Dan Brown, que editará Planeta antes de Navidad. En segundo lugar, se han moderado los precios y, por último, ha aumentado el libro de bolsillo, lo que supone seguir vendiendo pero a un precio más bajo. De todas maneras, Badenes considera que la crisis económica afecta al sector del libro de manera más «suave», incluso hay un «efecto sustitución», ya que la gente sale ahora menos, hecho que propicia la lectura. Y considera que los buenos libros que llegan a grandes masas de lectores sí ayudan a superar la crisis en el sector, como ha sucedido con Stieg Larsson o Ruiz Zafón. En esta cadena, si alguien puede estar más afectado son las librerías. Es el eslabón más débil por falta de financiación».

EL QUIJOTE PARA LA DEPRESION

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El Quijote para la depresión
Isabelle Cornaz BBC Mundo

Entre otras cosas, la obra de Cervantes muestra la importancia del diálogo, dice Françoise Davoine.
Miguel de Cervantes Saavedra,
¿precursor del psicoanálisis?
¿El Quijote, un manual de buen vivir?
Desde su publicación en 1605 el libro del ingenioso hidalgo ha dado para miles de interpretaciones y lecturas, pero la de Françoise Davoine, psicoanalista francesa, es quizás única.
Davoine publicó a finales del 2008 el libro "Don Quijote para combatir la melancolía", donde afirma que Cervantes nos enseña como librarnos de las experiencias traumáticas y superar la depresión.
El Quijote es una de las obras literarias que Françoise Davoine utiliza frecuentemente en el marco de su trabajo.

En el libro,
la búsqueda interior de Don quijote
se profundiza cada vez más.
Se vuelve psicoanalista,
al encontrar a
alguien más loco que él
Françoise Davoine

Sus pacientes son personas que sufrieron traumas, o hijos de éstas, que heredaron la experiencia silenciosa de sus padres a la que hay que poner palabras.
Para aliviarlos y "acogerles en una tradición más amplia", para que se den cuenta de que no son víctimas aisladas, Françoise les cuentas historias. Entre ellas, las aventuras del hidalgo de la Mancha que la autora considera una lección de psicoanálisis.
El trastorno de Don Quijote ha suscitado muchas interpretaciones. Françoise Davoine, retomando las palabras del mismo Cervantes que dijo haber "engendrado" a Don Quijote, ve al hidalgo de la Mancha como el "hijo loco" de Cervantes.
Al hidalgo le tocó, al igual que a los pacientes de Françoise, verbalizar las desgracias que sufrió su padre.
"Cervantes era un antiguo combatiente, que fue esclavo y luego encarcelado durante cinco años en Argel. No escribió nada durante 20 años, hasta que llegó El Quijote. La obra le permitió revivir sus traumas y librarse de ellos".
Terapia
¿Qué tipo de terapia propone Cervantes para luchar contra el trastorno mental y superar los traumas? Entre otras cosas, muestra la importancia del diálogo, dice la especialista.
"El libro está compuesto en gran parte por las escenas de "psicoanálisis a través de la palabra" entre el hidalgo y su escudero Sancho Panza, cuando están heridos, casi en estado de coma. Al despertarse, se ponen a hablar e intentan comprender juntos qué les está pasando". Según Davoine, la presencia del otro es un elemento esencial en el análisis del trauma.
"Uno no puede superar sus traumas solo. Los que fueron a la guerra lo dicen, siempre hubo un amigo, fallecido o aún vivo, que les ayudó a sobrevivir. Necesitamos al otro, pero esto otro puede ser tanto una persona como un animal, o incluso la naturaleza".
Y agregó: "Cuando trato a pacientes que padecieron una gran soledad, siempre les pregunto con qué estuvieron en contacto. Una vez una niña me respondió que tenía su paisaje, al que regresaba de vez en cuando, y con el que hablaba y soñaba".
Asimismo, Sancho Panza es como un espejo vital para Don Quijote. Es un "terapeuta" que participa e interviene, una actitud que la psicoanalista francesa intenta seguir con sus pacientes.
"Las personas que vivieron situaciones muy difíciles o peligrosas suelen ser muy perspicaces, ya que para sobrevivir desarrollaron una gran capacidad de atención. Es una inteligencia que no es la oficial, pero, como analista, es esencial que la tenga en cuenta. A veces se intercambian los papeles. El paciente, es capaz de sentir si un día me siento mal. Entonces nos sentamos para hablarlo y es él, el psicoanalista", dijo Davoine.
Precursor del psicoanálisis

Según Davoine, las aventuras inesperadas de Don Quijote son parte del proceso de autosanación.
Estas interferencias son también una de las lecciones del Quijote.
"En el libro, la búsqueda interior de Don Quijote se profundiza cada vez más. Se vuelve psicoanalista, al encontrar a alguien más trastornado que él. Abraza a este hombre y dice estar dispuesto a escucharlo. Pero lo más divertido es que el "paciente" le dice que se va a tumbar en la hierba para poder hablar más libremente. ¡Un verdadero precursor del psicoanálisis!"
Pero ante todo, Davoine señala que si la novela cervantina es antidepresiva, "es porque nos enseña a renunciar a la tristeza y a rebotar. Es una novela violentamente positiva y no-determinista, que sigue el ritmo de la síncopa, frecuente en el análisis del trauma: periódicamente tropezamos contra un elemento que todavía no habíamos tratado. Tomamos un nuevo impulso. Hay una energía enorme que brota de los momentos de gran derrota."
Según Françoise Davoine, el azar y los encuentros imprevistos, las aventuras inesperadas con las que se enfrenta Don Quijote, son parte integrante del proceso.
El determinismo y el uso sistemático del pasado para comprender el futuro no funcionan.
En los momentos de grandes traumas no estamos en una dimensión temporal, porque nada tiene sentido y entonces se rompe la cadena de causa-consecuencia.
"Las personas que sufrieron traumas fueron a menudo víctimas de manipulación o perversión y le tienen mucho miedo a todo tipo de discurso que podría encerrarlos. Te dicen que no sirve de nada buscar una causa en el pasado y en parte tienen razón. A la inversa, el encuentro imprevisto les permite tejer lazos allí donde era imposible", concluye Françoise Davoine.

Libros que sí cambian la vida

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MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
ELPAIS.com
18/02/2009
Siempre hubo libros capaces de cambiar la vida de sus lectores. Si no hubieran existido, habrían tenido menos trabajo los censores, centenares de bibliotecas reducidas a cenizas seguirían almacenando memoria y saber, no se habría creado el siempre tentador Index librorum prohibitorum et expurgatorum, y la lectura no habría sido considerada actividad sospechosa por todos cuantos han recelado de la libertad de los demás.
En lo que a mí respecta, el primer libro que cambió mi vida fue una edición resumida e ilustrada de Robinson Crusoe. Imaginarme al solitario náufrago leyendo la Biblia en su cueva, resguardada de posibles intrusiones hostiles mediante la cerca de troncos que había construido (con las herramientas halladas entre los restos del buque encallado), estuvo a punto de convertirme en arquitecto. Y, desde luego, cambió totalmente el discurrir del verano en que lo leí. Los consabidos juegos infantiles, la interminable siesta mediterránea, la insulsa merienda de pan con aceite y azúcar, quedaron definitivamente arrumbados en aras de la construcción de una empalizada de cañas con la que mis amigos y yo nos dotamos de un ámbito de aventura y sociabilidad a resguardo de la mirada de nuestros padres. Robinson me mostró -como ya había descubierto Proust en El tiempo recobrado- que era en la literatura donde se hallaba "la vida al fin descubierta y dilucidada", la verdadera vida.
Pero existen libros que pueden cambiarla de modo más directo y universal, y no precisamente a cuenta de sus méritos literarios, sino en razón de su carácter normativo. Textos que han existido desde antes de encontrar su plasmación en forma de libro, y seguirán existiendo mucho después de que el soporte en el que (todavía) se despliegan sea sólo un recuerdo: como el Código Penal, que organiza y fija el llamado ius puniendi del Estado, y al que podemos considerar el penúltimo avatar de esas antiquísimas compilaciones jurídicas de las que la de Hammurabi, inscrita en una estela de basalto, constituye el primer ejemplo.
En Estados Unidos el célebre Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (abreviado DSM) es uno de esos libros capaces de influir -y cómo- en la vida de los ciudadanos. Cada sucesiva edición -desde 1952 se han publicado cuatro con diversas revisiones- incorpora las conclusiones finalmente consensuadas de un equipo de psiquiatras que decide qué conductas o "síntomas" son indicativos de nuevos trastornos o enfermedades mentales (en la actual hay censados casi 300). La trascendencia del DSM reside en que se ha convertido en el manual de referencia sobre salud mental no sólo para médicos (a los que ayuda a establecer diagnósticos) o agentes de seguros (que se guían por sus normas para atender las reclamaciones de sus clientes), sino para toda la colectividad.
Con poco más de medio siglo de existencia, el manual está considerado una auténtica institución cuya influencia social queda de manifiesto si se tiene en cuenta que, por ejemplo, hasta 1974 la homosexualidad figuraba en su lista de desórdenes, o que para la siguiente edición se debaten asuntos de tan polémico diagnóstico como la identidad de género en relación con la transexualidad, la compra compulsiva, las comilonas o el fetichismo. Los debates en torno a qué será o no incluido en la siguiente entrega -prevista para 2012- son tan intensos que para evitar las presiones (de la industria farmacéutica, de los hospitales, de las aseguradoras, de los jueces, de los grupos religiosos y políticos) los psiquiatras que componen el equipo asesor han sido obligados a firmar una cláusula de confidencialidad. Lo que ellos decidan y finalmente se publique (con una tirada, por cierto, cercana al millón de ejemplares) cambiará en muchos aspectos las vidas de las personas, al menos hasta la siguiente edición. Una hazaña nunca lograda por los libros de Defoe o Proust.

A CUATRO MANOS

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El enigma de la doble autoría
"Escribir en colaboración", de Michel Lafon y Benoit Peeters, investiga en las historias de la escritura a dúo y permite abrir múltiples perspectivas artísticas.

Por: Susana Rosano
A CUATRO MANOS. La literatura abunda en ejemplos de obras escritas en colaboración. Las particularidades de esta manera de escribir son rigurosamente investigadas en "Escribir en colaboración."

Revista Ñ, diario Clarín, Buenos Aires
24 de enero de 2009
La Biblia, Las mil y una noches, Don Giovanni, El conde de Montecristo, el Manifiesto del Partido Comunista, La isla del tesoro, Los campos magnéticos, Asterix, El Antiedipo, Un sombrero de paja de Italia, Fantomas, Las cartas de mi molino. Estos son sólo algunas de las obras que marcaron una época y que de una u otra manera, y a partir de formas diversas, fueron realizadas en colaboración. Es decir: cuya autoría corresponde a más de una persona, aunque como dijera Le Bruyere en su momento, "el genio sólo se declina en singular", y la crítica se ha encargado muchas veces de borrar las huellas de esta escritura múltiple. Escribir en colaboración. Historias de dúos de escritores, de Michel Lafon & Benoît Peeters, de Beatriz Viterbo Editora, es en este sentido una deliciosa investigación que se adentra en un tema muy pocas veces explorado y además poco comprendido: el de la elaboración en plural.
La ideología del yo parece haber impuesto su victoria en el ámbito de la cultura, donde la norma sigue siendo la del autor único. Y esto paradójicamente en un momento en donde muchos campos como el de la investigación científica, audiovisual, Internet, e incluso en el mundo editorial, la elaboración plural es la regla y se torna un argumento publicitario. "Si Scott Fitzgerald, Umberto Eco y Dan Brown se hubieran reunido para escribir una novela, habrían escrito La regla del cuatro", dice la contratapa de un reciente best-séller esotérico. Sin embargo, sostienen Lafon y Peeters en el prólogo del libro, esta proliferación reciente de elaboración plural no desalienta las bromas, los malos entendidos y los desconocimientos que subyacen a los fenómenos de la autoría múltiple. En general, los críticos e historiadores de la cultura parecen no tener mucho que decir sobre el tema, como si este simplemente no existiera. Y los editores se suman a esta "conspiración del silencio". Por ejemplo, durante mucho tiempo fue imposible leer en una versión completa Par les champs et par les greves, de Maxime Du Camp y Gustave Flaubert. En el libro sólo figuraban los capítulos que habían sido escritos por Flaubert, sin que a los editores les importara haber mutilado el proyecto mismo de la obra. Por otro lado, y más allá de los datos absolutamente fehacientes que testimonian la doble autoría de Alejandro Dumas y Auguste Maquet en las novelas Los tres Mosqueteros y Veinte años después, los editores se obstinaron en hacer desaparecer de las tapas de los libros el nombre de Maquet.
La insistencia en borrar las huellas de los colaboradores intelectuales de una obra o un proyecto ha sido tal que produce más de una sorpresa, como en el caso de Pierre Bourdieu, tal vez el ejemplo más acabado de pensador intelectual colectivo que, una vez llegado a la fama intelectual y en un gesto sin dudas autoritario, borra de la lista de sus obras los nombres de sus coautores.
El reciente libro de Beatriz Viterbo se basa en una extensa investigación que llevó aproximadamente quince años y que permite abrir innumerables perspectivas literarias y artísticas, pero también jurídicas, psicológicas y políticas al enigma de la doble autoría. Al entender de sus autores, esta "concierne a la infancia y a los juegos, a los placeres de la invención en voz alta, a las historias de familia, de amor y de amistad, a los sueños de comunión y a las realidades de la división del trabajo, al dinero y a la vanidad, a los dramas de las rupturas y las herencias".
Escribir en colaboración se detiene minuciosamente en diecisiete casos que, aunque (como afirman los autores) no pretenden la exhaustividad, sin embargo revelan alguna particularidad de la escritura en colaboración, y ponen el acento en las prácticas y métodos de trabajo. De esta manera, se pasa desde la fusión extrema y absoluta de los hermanos Edmond y Jules de Goncourt a configuraciones mucho más puntuales, como la invención de Bustos Domecq por Jorge Luis Borges y y Adolfo Bioy Casares. Existen también en el libro casos de guiones tramposos, como los que pergeñaron en el siglo XIX el profesor Jean-Jacques Erckmann y el adolescente Gratien Chatrian, y casos límite como el de Julio Verne y su editor Hetzel. Y aunque la figura más frecuente es la de escritores de ficción a cuatro manos, sin embargo se encuentran en el libro casos de poetas, dramaturgos, filósofos, entre los cuales se incluye el de la cuasi hermandad intelectual entre Marx y Engels y el del fracasado intento de "comunismo intelectual" del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud.

Viajes en direcciones opuestas
Como dos viajes en direcciones opuestas se pueden leer los dos capítulos dedicados a la experiencia de Gustave Flaubert y Maxime du Camp ("La aglomeración de dos mónadas") y el de Carol Dunlop y Julio Cortázar ("El último viaje de la osita y el lobo"). Ambos conjugan viaje y escritura. El primero se puede leer como un viaje de iniciación, henchido de futuro, y coincide con el inicio despreocupado de la carrera de un escritor imprescindible, Gustave Flaubert. El segundo es el monumento funerario casi desesperado que Julio Cortázar erige ante la muerte de su mujer, y que se convertirá también en su último viaje.
Durante 1844, Gustave Flaubert sufre una serie de crisis nerviosas por las cuales el doctor Cloquet le aconseja como distracción un viaje por la Bretaña. Maxime du Camp, su amigo inseparable, será su compañero de ruta. El viaje se vuelve para estos "incipientes Bouvard y Pecuchet" indisociable de un proyecto bien preciso: escribir a dúo el diario de esta expedición al oeste de Francia. El procedimiento que eligen es el de la escritura de capítulos alternos y las consecuencias para la historia literaria son infinitas. Para Flaubert, el texto que resulta de este experimento, que llevará por título Par les champs et par les greves es, en sus propias palabras, "la primera cosa que haya escrito penosamente". A partir precisamente de la reescritura de este texto, la crítica coincide en afirmar que Flaubert, el viajero, comienza su transformación en escritor. En su caso, y como apuntan Lafon y Peeters, el viaje a Bretaña le permite "experimentar concretamente los límites de la colaboración, como una etapa a superar, a olvidar, para volverse poco a poco él mismo".
Muy diferente es la experiencia de escritura en común que llevan a cabo Julio Cortázar y su esposa canadiense Carol Dunlop, que encarnan la configuración marido-mujer. Esta tiene una larga genealogía en los dúos literarios que incluye a la pareja formada por Robert Louis Stevenson y Fanny, autores a cuatro manos de una parte de las Nuevas mil y una noches. En lo que Lafon y Peeters denominan "una erótica de la escritura en colaboración", Cortázar y Dunlop emprenderán desde el 23 de mayo al 23 de junio de 1982 un viaje por la autopista París-Marsella que conjugará juego y escritura y dará como resultado Los astronautas de la cosmopista, escrita a medias entre el castellano y el francés, y que ante la muerte de Dunlop, Cortazar terminará de editar solo un par de meses antes de su propia muerte. Los autores sintentizan en pocas palabras el sentido de esta escritura a cuatro manos: "la colaboración, pensada como una apoteosis de la fusión amorosa, era también una manera de luchar juntos contra la muerte".

Un nosotros extraño
Publicado en 1920 con una tirada de tan sólo trescientos ejemplares y reeditado recién en 1967, Les Champs magnetiques, de André Breton y Philippe Soupault, es no obstante el acto fundador del surrealismo y se considera uno de los textos más influyentes del siglo XX. Es también un intento cabal y radical por investir a la escritura a dúo de las características del inconsciente. Sin embargo, en el capítulo 10, que lleva por título "El hombre cortado en dos", Lafon y Peeters marcan una contradicción bien interesante con respecto a este libro: si bien una de sus premisas fue fundir dos escrituras de una manera indisociable, con la idea de dinamitar para siempre la categoría de autor, el libro tiene desde el principio un desequilibrio que sobreimprime la omnisciente voz de André Breton por encima de la de Philippe Soupault, a quien se denomina el arquetipo del "colaborador débil".
Bien distinto es el caso de Marx y Engels, cuyos nombres se leen a esta altura de las circunstancias como la marca de un producto. Un poco como sucederá después en el caso de Gilles Deleuze y Félix Guattari, esta voluntad de pensar y de escribir juntos, de confrontar experiencias (más teóricas en Marx, más prácticas en Engels) "permite a los dos autores superar el sujeto individual y romper con un viejo orden del mundo". Engels es un extraño caso en la historia intelectual contemporánea y sigue dando pruebas en toda su relación con Marx de un desinterés y una ausencia de ego bastante excepcionales. O en palabras de su biógrafo Jacques Attali, "Engels renuncia a ser un escritor entre otros para financiar a uno que sabe único".
Sin embargo, los autores de Escribir en colaboración leen una fisura, un riesgo impredecible pero dañino, aunque posiblemente no intencional, en esta omnímoda fidelidad de Engels hacia Marx: el marxismo no vino al mundo como un producto auténtico del pensamiento de Marx sino como fruto del espíritu de Engels, que ante la muerte de su amigo se convierte en el "guardián y continuador" de su teoría. "Este incansable elogio a un cómplice, acompañado de una simplificación de sus escritos, abrió el camino a una desnaturalización más dramática: la que, bajo la extraña denominación de 'marxismo-leninismo', transformaría la obra de Marx en uno de los catecismos más siniestros de la historia", sostienen Lafon y Peeters.
En prefacios y entrevistas, Gilles Deleuze y Félix Guattari explican incansablemente que sus obras no podrían haber sido escritas sino a dúo. Las trayectorias de ambos son comparables en ciertos aspectos a los itinerarios respectivos de Marx y Engels. En los dos casos, el primero viene de un campo enteramente filosófico y el segundo está ligado a una experiencia más concreta, al mundo obrero en el caso de Engels y a la psiquiatría, en el de Guattari. En ambos también una investigación filosófica se alía a una práctica para conducir a la emergencia de una nueva reflexión y de una nueva escritura.
Y serán Deleuze y Guattari los que llevarán a la escritura en colaboración a la dignidad de un concepto filosófico. En ¿Qué es la filosofía?, plantean que esta se define de entrada como el arte de inventar conceptos. Y el primer concepto, el que marca el principio de la filosofía, es el de Amigo. "¿Y el amigo no reintroducirá, incluso en el pensamiento, una relación vital con el Otro que se había querido excluir del pensamiento puro? ", se preguntan a dúo. Una pregunta que potencia al enigma planteado en el delicioso libro de Michel Lafon y Benoît Peeters.

Lafón Básico
Montpellier, 1954
Escritor
Es catedrático de literatura argentina en la Universidad Stendhal de Grenoble y miembro del Institut Universitaire de France. Es editor de la obra completa de Adolfo Bioy Casares en francés y traductor de César Aira, Jorge Luis Borges y Sergio Chejfec. Publicó varios libros y estudios sobre literatura argentina y sobre la poética.
Peeters Básico
Paris, 1956
Escritor y director de cine
Peeters es también guionista de historietas, como el ciclo de las "ciudades oscuras" (con el dibujante francés F. Schuiten). Escribió la novela "El Transpatagónico", con Raúl Ruiz. Es un autor de referencia sobre historia y teoría de la historieta ("El mundo de Hergé") y escribió ensayos sobre Paul Valery, Hitchcock, Töpffer y Nadar.

NUNO JUDICE

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La Jornada Semanal, México, DF
25 de enero de 2009

Poemas
Nuno Júdice
Nacido en Mexilhoeira Grande en 1949, Nuno Júdice es uno de los poetas mayores de lengua portuguesa. Entre sus libros de poemas: As Inumeravéis Aguas, A Partilha Dos Mitos, Lira de Líquen, Um Canto na Espessura do Tempo, Poemas en Voz Alta, A Fonte da Vida, Jogo de reflejos, Pedro lembrando Inês. Libros suyos han sido traducidos y publicados en España, Venezuela, Italia, Francia e Inglaterra. Los poemas fueron revisados por el autor.

Navegación errante
¿Para dónde me llevan estas barcas blancas, de
velas desplegadas como las nubes del ocaso, con
sus vientres de fuego y sus proas de
agua? Me dejo conducir en su rumbo
sin viento en el horizonte, en este mar
muerto de sentimientos a la deriva, donde
cuajaran los sargazos del equinoccio; y
desembarco en cada puerto, y oigo
la canción triste que los marineros
callan, cuando las mujeres los empujan
hacia el fondo de los cuartos sin luz.

Pero nunca permanezco donde me quieren; si
desembarco, los pies se entierran en el fango
del muelle; y me aferro a las cuerdas del combés,
hasta sentir que las manos sangran, mientras
la tierra se aleja y el temporal oscurece
las almas. “–¿Qué haces aquí?– pregunta
el piloto: –¿Qué camino me enseñaste,
que me aleja más y más de cada nuevo
destino?” Me río de sus ojos ciegos,
y le quemo todos los mapas, como si
los pudiera haber leído.

Un día descenderé de las bóvedas
del sueño; reabriré la litera del camarote,
donde se esconden las mujeres
que me entregaron su cuerpo; las echaré
hacia fuera de la noche, lavándoles
los senos como la luz naciente. “¿Por
qué nos robaste la vida?”, me preguntan;
y se las cedo a los moradores del sótano,
oyendo una resaca de marea
en los gemidos del amor.

Verbo
Pongo palabras encima de la mesa, y dejo
que se sirvan de ellas, que las partan en rebanadas, sílaba
a sílaba, para llevarlas a la boca –donde las palabras se
dan vuelta para juntarse , para caer en la mesa.

Así, conversamos unos con los otros. Cambiamos
palabras; y robamos otras palabras, cuando no
las tenemos; y damos palabras, cuando sabemos que están
de más. En todas las pláticas sobran las palabras.

Pero hay las palabras que quedan sobre la mesa, cuando
nos vamos en buena hora. Quedan frías, con la noche; si una ventana se abre, el viento las sopla hacia el suelo. Al día siguiente, la sirvienta habrá de barrerlas para la basura:

Por eso, cuando me voy en buena hora, verifico si quedaron
palabras sobre la mesa; y las meto en el bolsillo, sin que
nadie lo repare. Después, las guardo en la gaveta del poema. Algún día, estas palabras han de servir para una cosa.

¿Lo que es la vida?
El poeta griego que comparó el hombre a las hojas que no duran, cuando el invierno les robó la esperanza de vivir de acuerdo con sus deseos, no salió esta tarde para el campo, ni vio el cuerpo que se interpuso entre el sol y los arbustos, oscureciendo el cielo con su blancura de nieve primaveral. Preguntó, mientras, de qué sirve la vida, y para qué sirve la alegría, si no existe, más allá de ellas, el horizonte dorado del amor; y alejó de su frente el crepúsculo, diciendo que prefería la madrugada, luego que el gallo canta, para despertar con el propio día. Ese poeta, que el polvo de los siglos sepultó, y no llegó a encontrar, para sus dudas, ninguna respuesta, aconsejó a los que lo leían que se divirtiesen, antes de que la muerte los fuera a sorprender. Y me acuerdo, a veces, de este pedido, al pensar que la memoria de alguien se puede limitar a una pequeña frase, que puede ser la más banal de las sentencias, que nos viene a la cabeza en una u otra circunstancia. Entonces, el poeta griego continúa vivo; y esta tarde, por detrás de los arbustos, oí su voz en el viento que por instantes sopló, trayendo con su frescura el sentimiento que sobrevive a todas las estaciones de una vida humana.

Versiones de Marco Antonio Campos

EL ASESINO DE PAPA NOEL

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PAGINA 12
RADAR LIBROS
Domingo,21 de Diciembre de 2008


Por Spencer Holst

Hubo una vez una persona que terminó con las guerras para siempre, al asesinar a 42 Papás Noel.
Todo empezó unos diez días antes de Navidad, cuando un Papá Noel del Ejército de Salvación fue asesinado en un barrio.
Un diario de la mañana traía la noticia, pero al día siguiente otros cinco Papás Noel fueron asesinados y el hecho apareció en la primera plana de todos los diarios del país.
Cuatro de ellos fueron asesinados mientras recolectaban fondos para el Ejército de Salvación, y el quinto fue apuñalado en la sección Juguetería de Gimbel’s.
¡La gente se sintió ultrajada! ¡Cómo se indignaron! Pensaban qué monstruo, qué engendro debía ser ese tipo, quiero decir, arruinarles la Navidad a los chicos asesinando a Papá Noel.
No se preocupaban por las vidas verdaderas de los hombres asesinados, tan sólo era el efecto que causaría a los chicos lo que molestaba a todos.
De manera que al día siguiente la ciudad estaba llena de policía metropolitana y estadual, agentes del FBI y hasta algunos funcionarios de Inteligencia de la Marina, agentes del Tesoro y funcionarios del Departamento de Justicia, todos los cuales encontraron pretextos para intervenir en el caso: y otros diez Papás Noel fueron muertos y no se atrapó al esquivo asesino.
Así que aquella noche todos los Papás Noel que estaban trabajando convocaron a una reunión secreta para decidir qué hacer.
Se daban cuenta de sus responsabilidades para con los chicos pero, por el otro lado, les parecía una especie de locura salir a la calle y ser atacados por este maníaco.
De modo que un hombre, que era valiente y no tenía a nadie que dependiera de él, se ofreció para salir al otro día, disfrazado y con una fuerte guardia armada.
Pero le cortaron la garganta en su cama, aquella noche.
Así que al otro día no había Papás Noel en la ciudad.
Y la gente estaba algo así como irritable y nerviosa, y los chicos lloraban, y no parecía Navidad sin los Papás Noel.
Pero al día siguiente, una volátil mujercita de Hollywood, una actriz que buscaba publicidad, salió vestida de Mamá Noel.
Y la gente y sus chicos se agolparon en torno de ella, ya que era lo más aproximado a Papá Noel que andaba por la calle, y consiguió un montón de publicidad, y no la mataron.
De modo que al día siguiente varias otras mujeres prominentes salieron todas vestidas de Mamá Noel, con el pelo empolvado de blanco y polleras coloradas y almohadones en sus vientres y sombreros de Papá Noel, y tampoco a ellas las mataron.
Decidieron que a lo mejor el maníaco había dejado de actuar, así que mandaron a la calle a un Papá Noel como globo de ensayo, pero una hora después su cuerpo era conducido en una ambulancia al Bellevue Hospital, con tres balas alojadas en él.
Así que la Navidad de ese año transcurrió con Mamás Noel.
Y el año siguiente empezó a ocurrir otra vez lo mismo, de modo que de inmediato mandaron a las mujeres otra vez a la calle.
Al año siguiente pasó la misma cosa; y el siguiente, y el siguiente; y año tras año, este paciente y esquivo maníaco mataba a cualquier varón vestido de Papá Noel, hasta que finalmente en los diarios, en la publicidad y en las mentes humanas, Papá Noel retrocedió hacia el fondo y Mamá Noel se convirtió en la figura principal.
Quiero decir que Papá Noel todavía estaba allí. Hacía los juguetes en el Polo Norte y se ocupaba de los elfos, pero era Mamá Noel la que viajaba en el trineo tirado por los renos y se deslizaba por la chimenea y repartía los regalos y encabezaba el desfile de Navidad cada año.
Y lo divertido era que a las mujeres parecía gustarles realmente ser Mamá Noel. Nadie tuvo que pagarles y se convirtió en una moda tal que las calles, en época de Navidad, estaban colmadas de Mamás Noel. Y a medida que el tiempo pasó, ellas empezaron a hacer pequeñas alteraciones en el traje tradicional, cambiando primero el matiz de rojo, y experimentando después con colores completamente distintos, hasta que al fin cada traje fue único y fantástico, hermosamente coloreado, bellísimo.
Se convirtió en un verdadero honor el encabezar el desfile de Navidad.
¡Y a los chicos les encantó!
¡La Navidad nunca había sido así antes, con todas estas Mamás Noel y toda la excitación!
Pero estos chicos, esta nueva generación de chicos que creció creyendo en Mamá Noel, eran algo así como distintos.
Porque, fíjense, para los chicos muy pequeños Papá Noel es un dios.
Y para la época en que dejan de creer en Papá Noel, empiezan a ir a la Escuela Dominical y aprenden acerca de un nuevo Dios. Y este nuevo Dios no les hace regalos. Es un poco rudo.
Pero toda la vida anhelan a su antiguo dios de la infancia, a su dios Papá Noel.
Observen sus oraciones, lo que dicen: dame lo que deseo. Pero esta nueva generación de chicos que crecieron creyendo en Mamá Noel parecía tener una actitud distinta hacia las mujeres.
Empezaron a elegir mujeres para el Congreso y eligieron a una mujer presidente y mujeres alcaldes, hasta que muy pronto el país entero estuvo gobernado por mujeres.
A ellas les preocupaba sobre todo cosas como la comida, y hubo mucha discusión en el Congreso acerca de varios regímenes, y bien pronto hasta los más pobres tuvieron mucho que comer; y estaban interesadas en las casas, y pronto ya no hubo escasez de viviendas.
Pero había una cosa que no apoyarían.
No pensaban hacerlo.
Quiero decir, ¿qué posible razón política haría que estas mujeres mandaran a sus hombres a ser matados? ¡Era ridículo!
De modo que con su poder político y su poder financiero y el prestigio de los Estados Unidos, obligaron y animaron a otros países a permitir que mandaran las mujeres.
Así la guerra terminó para siempre.
Los hombres siguieron haciendo lo que siempre habían hecho. Trabajaban en fábricas, y estudiaban matemática superior, y apostaban a caballos, y repartían el hielo, y discutían de filosofía.
Pero estas discusiones sobre filosofía no ocasionaban que la gente se muriera de hambre y se matara entre sí.
Y muy pronto, en todo el mundo, nadie estaba hambriento, todos tenían lindas casas, ya no había guerra, la gente empezó a ser feliz.
Saben, cuando uno se detiene a pensar en ello, había ocurrido una revolución mundial.
Y 42 Papás Noel no es mucha gente muerta para una revolución mundial.
Pero el asesino o, en realidad, el santo a quien la humanidad tanto le debía, el que planeó y ejecutó esta revolución casi incruenta, nunca fue atrapado y crucificado.
Siguió viviendo.
No, nadie descubrió nunca la identidad de este santo: es decir ah–, salvo yo.
Yo sé quién es el santo.
Oh, no tengo ninguna prueba, pero es precisamente por eso que estoy tan seguro de que lo sé.
Porque hay una sola persona capaz de esto, hay una sola persona con el genio, la osadía, la imaginación, el valor, el amor a la gente, la avidez por la sangre y la paciencia requeridos para llevar a cabo ésta, la mayor de todas las acciones.
Esa persona es mi hermanita.

Traducción: Ernesto Schóo
NOTA ENVIADA POR EDDY