INTELICIDIO

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PRENSA LIBRE, GUATEMALA

Por Margarita Carrera

(PERSISTENCIA)
Intelicidio (muerte a la inteligencia) es un neologismo establecido por Mario Roberto Morales en su discurso de ingreso en la Academia Guatemalteca de la Lengua. El punto central versa acerca de cómo la lectura está siendo rechazada en Guatemala y otras partes del mundo: “(…) Los jóvenes no pueden leer, les cuesta concentrarse más de cinco minutos en cualquier lectura y más les cuesta entender lo que leen, no digamos relacionarlo con lo que corresponde para sacar conclusiones. En suma, sufren una atrofia de la memoria y de la capacidad de análisis y síntesis: un genuino analfabetismo funcional”.
Tal verdad se puede comprobar con suma facilidad yendo a las universidades y hablando con los estudiantes que buscan, de manera desaforada, carreras que les ofrezcan cómo hacer dinero y pertenecer, en alguna forma, a las transnacionales que gobiernan el mundo. Para cimentar aún más esta postura ante la vida, están los mismos centros de estudio que rechazan las humanidades, únicas que les pueden proporcionar una visión más clara de la vida, una mejor comprensión de sí mismos, de su patria y de lo que los rodean.
No solo rechazan leer cualquier libro que los haga pensar, que los ayude a reflexionar sobre la esencia de la vida misma; también rechazan leer periódicos, en donde se da, en gran medida, la historia contemporánea.
Fuera de quién es Bush y de la guerra en Irak, apenas si conocen algo de lo que pasa en el mundo. Los que nacieron cómodamente durante la guerra sucia, o quienes nacieron cuando ésta estaba a punto de terminar, ignoran lo que Guatemala vivió durante más de 36 años. Me parece que no saben ni siquiera qué es genocidio o qué significa; desconocen, también, quiénes son los que están inmersos en el poder, más aún cómo es posible que un Ríos Montt continúe trabajando en el Organismo Legislativo, a pesar de estar acusado de genocidio.
“Esta merma en la capacidad analítica de millones de jóvenes en el mundo es resultado de un intencionado intelicidio perpetrado por el sistema educativo y financiado por las corporaciones transnacionales que promueven ‘teorías’ pedagógicas y prácticas didácticas como la de ‘aprender jugando’, ‘estudiar divirtiéndose’, ‘tecnología en el aula’ y otras cuya finalidad es crear adictos al consumismo hedonista de imágenes light”.
Y cada vez se inventan más distractores en los celulares que mandan y reciben “mensajitos” o en los juegos electrónicos que ofrecen las computadoras. Mientras existen niños que se mueren de hambre en medio de una Guatemala que fomenta la violencia y concede espacios a compañías mineras que explotan nuestra tierra, causándole daños irreparables, estos jóvenes —ajenos a cuanto no les causa placer— parecen totalmente insensibles. Ahí están sus casas, sus carros, sus trajes rotos a la moda y cuanto “chunche” que los identifique que están in.
La imagen visual lo suple todo. La comunicación se va reduciendo a palabras “clave” y a gestos. El lenguaje propiamente dicho, a lo Heiddeger, va desapareciendo paulatinamente. ¿Para qué leer, si una imagen lo dice todo? Sin duda, como dice Morales, los jóvenes prefieren ver películas a leer libros: “El resultado es no solo la mencionada merma en la capacidad de memorización, análisis y síntesis, sino el tartamudeo, la interjección y la gestualidad como sustitutas de una expresión verbal empobrecida hasta la mudez”.
Los héroes para estos jóvenes no son quienes tengan talento, sino aquellos que logren ser empresarios, cuyo principal fin es hacer dinero. El idealismo que fomenta valores espirituales desaparece.
Al diablo con las utopías que persiguen un mundo mejor y más humano. De ahí que en Guatemala —y en el mundo entero— los abismos que separan a ricos de pobres crece de manera desmesurada. ¿Cómo salir, entonces, del tercer mundo? Sin duda, no con la “mano dura” ni la pena de muerte.

POR LA LECTURA

9:21 Posted In Edit This 0 Comments »
Escrito y firmado por
José Luís Sampedro,
escritor y filósofo
POR LA LECTURA Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May. Muchos años después hice una visita a una bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro. Evoco ahora estos tres de entre muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste el préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque: a) obtiene algo a cambio. b) es objeto de una sanción. Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura? Por otro lado, ¿qué se le desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?. Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura?, ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos?. No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!
José Luis Sampedro
Si estas de acuerdo, pásalo. Por el placer de la lectura.

BIBLIOFOBIA

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Diario La Hora, Guatemala
26 de marzo de 2008
Por Eduardo Blandon
Hay algo que no funciona en nuestra capacidad de elección que hace que comprar libros sea una actividad contra natura, pesada, desafortunada y costosa. Hay una aversión a invertir en libros que no dignifica a los pitecántropos que tratan de lucir interesantes, ¿Por qué tanta avaricia y deseos de "ahorrar" dinero? ¿Qué nos pasará? ¿Por qué se considera tan antinatural invertir en libros? No lo sé.
El sentimiento de malgastar el dinero lo he experimentado por donde paso. A menudo me topo con profesionales que gustan de fotocopias y en cuyas casas las bibliotecas no pasa de ser un lugar híper humilde, reducido y vergonzoso. Y no es sólo que no compran libros sino que, en realidad, ni siquiera leen. Son tan descarados que hasta comentan con orgullo no visitar bibliotecas ni tener la costumbre de leer al menos los periódicos: "no quiero intoxicarme con las malas noticias cotidianas", me confiesan seguros.Son idiotas vitales que caminan "exitosos" por el mundo porque, en realidad, como me explican, "para ganar pisto no se necesita leer demasiado". Evidentemente, semejante estupidez se transmite de padres a hijos, así uno se encuentra con estudiantes —algunos— que sienten horror cuando el profesor les invita a leer textos de cuatro o cinco páginas, ya no digamos un libro. En días pasados, por ejemplo, un muchacho de una universidad privada me dijo que el libro asignado para leer en el semestre era muy caro, 120 quetzales: "Yo nunca he gastado tanto en libros", me dijo con honestidad.La escala de valores de los jóvenes y sus padres está en crisis porque prefieren invertir en buenos carros, conciertos, vacaciones al extranjero o en bacanales dionisíacos (todas actividades que me dan envidia, lo confieso) que gastar en sus cerebros de simios. Por eso es que cada que hablan hacen temblar al universo entero y sus babas, si se recogieran en un lugar, formarían un lago inmenso. Por supuesto que los libros son caros (y este artículo no es una apología a las librerías), pero debe considerarse el cultivo de la adquisición de libros como un hábito semejante al de alimentarse a diario. ¿Acaso uno deja de comer porque la comida está cara? En el presupuesto familiar debería existir un espacio parecido al de la nutrición (que incluye vitaminas, afrodisíacos y salidas extraordinarias a restaurantes) para gastar en cosas de la mente. Así, alimentar el cuerpo tendría tanto valor como nutrir la inteligencia. ¿De qué sirven tanta belleza física y apariencia apolínea con tanta oligofrenia?No digo que no hay que cuidar el cuerpo o la apariencia física y que lo intelectual deba ocupar un puesto por encima de todo (cosa que algunos intelectuales hacen muy bien, llevando una vida descuidada y desordenada). Trato de decir que las vitaminas para el cerebro —una de tantas— es la adquisición de libros y, por supuesto, su lectura y relectura. Una actitud de rechazo a los libros debe desterrarse de nuestras vidas para adquirir un nuevo estilo existencial que nos haga crecer intelectualmente.Con lo dicho hasta aquí, si usted es uno de esos que tiene tiempo de no comprar libros, no conoce las librerías, las bibliotecas son sólo un nombre y las fotocopias son (con mucho) su mejor opción, ponga su barba en remojo. Usted está compitiendo fuertemente con los animales del zoológico, aunque trate de lucir orondo en un buen carro y me deje ver su estado de cuenta. Preocúpese, si no por usted, al menos por su hijo. ¿No le parece buena motivación?

¿CABE UN LIBRO ES SU CARTERA?

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PRENSA LIBRE ,GUATEMALA
18/04/07
Por Yesid Barrera
Opinión
En una oportunidad, me visitó una periodista en mi casa y una vez ingresó a la biblioteca, después de una mirada curiosa, una de sus preguntas fue ¿usted se ha leído todos esos libros?
La verdad no tengo muchos, creo que los necesarios por ahora, pero siempre con ese deseo ferviente de comprar todos los que se crucen en el caminar diario.
Parte de mi rutina consiste en visitar empresas para las que trabajo, y muchas veces debo esperar para ser atendido, por lo que si me atreviera a contabilizar cuántas horas he pasado sentado en salas de espera y recepciones de dichas organizaciones, con facilidad podría llegar a varias semanas, lo que al traducirlo en horas y costo de oportunidad, suman una cifra considerable.
Pero no me he preocupado de dicha contabilidad, pues las horas acumuladas en espera han sido compensadas con muchas lecturas y libros que siempre van dentro de mi maleta o cartera de papeles, que integré a mi vida desde que alguien me atribuyó el título de consultor.
En los talleres y seminarios que desarrollamos con empresarios, mandos medios y en especial vendedores, a veces levanto un libro y pregunto
¿a quién le cabe este libro en su bolso o cartera? Muchas personas levantan la mano para señalar que a ellos, y luego repregunto ¿entonces, por qué no lleva uno?
La reflexión busca darle el valor que tiene esa variable que algunos hemos aprendido a apreciar sobre otras, el tiempo, nuestro tiempo, el cual debe ser optimizado, y si lo llenamos de conocimiento podemos dejar de soñar, para hacer realidad esas visualizaciones que varios guatemaltecos hacemos sobre nuestra patria y que muchas veces no podemos consolidar.
El conocimiento —manantial inagotable— debe ser una variable que por principio incorporemos en la canasta básica de nuestra vida.
Estamos próximos a disfrutar en Guatemala de La Feria Internacional del Libro, y valga la pena hacer honor a lo que tendremos todos los guatemaltecos para gozar durante varios días de un privilegio que no es para todos, ni de todos los días.
Propongo que como respuesta a la franquicia intelectual que adornará a Guatemala en el segundo semestre del presente año, incorporemos a nuestra rutina diaria un libro.
Expreso este comentario pues la semana pasada encontré una persona que ha tomado el hábito de llevar uno; me sorprendió porque parece ser que tomó el ejemplo, y ahora lo disfruta y está creciendo, al aprovechar su tiempo y genera más ejemplos.
Promovamos una rutina diaria, que antes de salir de casa tomemos un libro, pongámoslo en nuestro equipaje y dejemos que nos acompañe, será un primer paso para promover un país de lectores, insisto en que esa rutina te hará crecer como persona, y contribuirá a dar ejemplos a muchos que en este momento se encuentran esperando para ser atendidos o entrevistados, y lo único que están haciendo es perder el tiempo.